El poeta Coleridge recibió un día la visita de un admirador.
Cuentan que en el transcurso de la conversación, surgió el tema de la niñez y la educación:
– «Creo», afirmó con rotundidad el visitante, «que debe dejarse a los niños total libertad para que piensen y actúen desde que son muy pequeños y que puedan tomar sus propias decisiones sin que nosotros intervengamos. Sólo así podrán desarrollar al máximo toda su potencialidad.»
– «Ven a ver mi jardín de rosas», le dijo Coleridge, acompañando a su admirador hasta el jardín.
Al verlo, el visitante exclamó:
– «¡Pero esto no es un jardín… esto es un patio lleno de maleza!»
– «Solía estar lleno de rosas», dijo el poeta, «pero este año decidí dejar a las plantas de mi jardín en total libertad de crecer a sus anchas sin atenderlas. Y este es el resultado.»